Exposición de Raúl Javiel Cabrera en el Museo Nacional de Artes Visuales


Con motivo de la donación de la Sra. Fernande Dalézio, quien legó al Estado uruguayo más de cien obras de Raúl Javiel Cabrera parte de la Colección esterista de su propiedad  se lleva a cabo una exposición en la principal pinacoteca del país. Con esta muestra que va desde el 1 de marzo de al 8 de abril de 2018, el Museo Nacional de Artes Visuales "presenta esta valiosa donación en su totalidad y anuncia que se está preparando una exposición antológica en el centenario del nacimienito de Raúl Javiel Cabrera a realizarse el año próximo".


El siguiente texto fue escrito por Pablo Thiago Roca para el catálogo que acompaña la exposición y que será publicado a al brevedad
.


La donación esterista: “Del otro lado del agua. Raúl Javiel Cabrera o la estrella permanece


I. Un rostro alucinado

“El año pasado caminaba distraídamente por Boulevard des Capucines cuando siento desde una vidriera una mirada que se apoya en mí.  Reconozco un rostro alucinado que me reconoce; luego desde un muro la misma cara me observa, me llama. ¿Cabrerita? Me desoriento, me cuesta creerlo. Pero sí, está ahí, Cabrerita tomó al asalto las calles de París…
”.1 El sorprendido era Raúl Zaffaroni (Montevideo, 1917 - 2011 ) uno de los primeros coleccionistas de la obra de Raúl Javiel Cabrera (Montevideo, 1919 – Santa Lucía, 1992). Zaffaroni  no atinaba, al menos en primera instancia,  a explicarse la razón de esa presencia por “asalto” de la “niña” de Cabrerita, publicitando una obra de teatro en multiplicados carteles callejeros. Seguramente desconocía que Cabrera había paseado también por aquellas aceras parisinas unos años antes o al menos vislumbrado al pasar antes de arribar a Levens, donde se reuniría con su querido amigo de la adolescencia José Parrilla (Montevideo, 1923 – Niza, 1994).


En efecto, Cabrerita, como le decían sus contemporáneos, luego de sufrir tres décadas de internación continuada en el psiquiátrico de la Colonia Dr. Bernardo Etchepare y resurgir de este sufrido claustro como el ave Fénix, había sido invitado por Parrilla a una residencia cercana a Niza, en la Costa Azul francesa, donde su amigo lideraba la corriente artístico-filosófica  conocida como esterismo. Cuesta imaginarse al pintor de pasaporte, impecable y lustroso, en el aeropuerto,  pero hay documentos fotográficos que así  lo muestran.2 Y por supuesto, también hay imágenes de su estadía en Levens, entre abril de 1983 y febrero de 1984 en el seno de la comunidad esterista: en una de ellas se lo ve conversando con Fernande Dalézio, principal responsable de la donación que hoy nos convoca.


¿De esta estadía en Francia proviene la valiosa colección de acuarelas y dibujos de Cabrera? No. Al menos, no totalmente. Algunas obras pertenecen al período más esplendoroso del artista, a principios de los años cuarenta del siglo pasado, anterior a la internación psiquiátrica. 
También hay dibujos que realizó en la Colonia como lo prueban los sellos de tinta azulada Servicio de Laborterapia– y otros posteriores que pudo haber realizado en Francia y/o en Santa Lucía. Este es el punto en el que debemos detenernos para hacer un breve recuento de la peripecia de Cabrera y de sus distintas etapas creativas, que las tuvo, pese a la continua negación como artista por parte de sus contemporáneos. Sólo así podremos apreciar el valor de este desprendimiento de los esteristas y el simbolismo del retorno de la obra de Cabrera a su país y a la principal pinacoteca nacional.

II. Breve repaso por su biografía.
Raúl Cabrera Alemán nació en Montevideo en diciembre de 1919. A los pocos años fue dejado en el Asilo Dámaso Antonio Larrañaga. A la edad de 10 años lo adoptó una familia de inmigrantes italianos de apellido Panochi.

Concurre entonces a la escuela José Pedro Varela entre los años 1932 y 1935, donde manifiesta un talento especial para el dibujo y amista con un compañero de banco, Mario García, quien nos ha dejado un testimonio muy preciso de su personalidad infantil. Asiste, entonces, brevemente al taller de Gilberto Bellini. Abandona la escuela y trabaja como repartidor de viandas. Por esta época concurre esporádicamente al taller de Pablo Serrano y de Carlos Prevosti: “A los once años copié un retrato de Varela. Entonces salí en los diarios como niño prodigio, y me llevaron a estudiar con Gilberto Bellini.  Después estudié con Serrano en el Taller Don Bosco. Y Carlos Prevosti me enseñó las proporciones. Pero no crea que mucho tiempo. En realidad la pintura viene de adentro, viene sola, no sé muy bien de dónde, pero se nace pintor”.3 


Aproximadamente a los 18 años abandona su hogar de adopción para vivir en la calle. Traba amistad con el poeta José Parrilla y ambos se vinculan a la vida bohemia y a las tertulias de los bares y cafés Sorocabana, Metro y Yatasto, que frecuentaba la Generación del 45. La amistad fraguada en esos años con José Parrilla se mantendrá durante toda la vida pese a las distancias y los tiempos difíciles que los separan y los unen alternativamente: “Entre Cabrerita y Parrilla había, como te puedo decir, un intercambio casi hasta mental, se complementaban. Hablaban de tal manera que a veces no se les entendía nada. Era como una especie de código.4 

Por esa época asiste a las charlas y al Taller de Torres García y conoce personalmente al maestro –junto con José Parrilla y Mario García lo visitan en su casa de la calle Abayubá– así como a varios de sus discípulos: su obra y la de sus amigos –como Parrilla, Humberto Megget y Manuel Aguiar, discípulo directo de Torres–  es influenciada por las ideas del creador del Universalismo Constructivo. Ambos conocen también a Juan Carlos Onetti, cuya primera novela, El Pozo, será también influyente en sus concepciones artísticas.

Hacia 1942 se crea el heterónimo Javiel con el que firma sus obras. A los 24 años obtiene un Premio Adquisición por su acuarela “Dos niñas” en el V Salón Municipal (Museo Blanes), y dos años más tarde, en 1946, obtiene un premio Adquisición por su acuarela “Composición” (acervo del Museo Blanes) en el VII Salón Municipal, y el Primer Premio Especial, Medalla de Bronce, en el X Salón Nacional de Pintura, Acuarela y Escultura, por la acuarela “En una isla” (acervo del Museo Nacional de Artes Visuales). Durante esta década, muy productiva, expone de forma individual tres veces en el Ateneo de Montevideo y dos en la Asociación Cristiana de Jóvenes. Vive algún tiempo con Parrilla y cuando éste viaja a Europa, en 1948,  lo deja a cargo de su hermana Lucy Parrilla (Montevideo, 1925 – 2017). 

Hacia 1951, habiendo quedado Lucy Parrilla en la calle con un hijo pequeño, Cabrera, sin lugar donde pernoctar, es llevado al Hospital Vilardebó. Pero al poco tiempo lo trasladan a la Colonia Dr. Bernardo Etchepare, donde permanecerá por tres décadas. Ocasionalmente lo dejan salir con otros internos a ver muestras de arte y recibe visitas de conocidos y artistas. Entre otros amigos –como Alejandro Casares, Gerardo Ruiz, Oscar Prato–, en abril de 1965 lo visita María Esther Giglio, y se encuentra con dificultades para acceder a la entrevista. Un funcionario asegura que no vale la pena ver a Cabrera porque “No va a querer hablarle, ni levantarse. Pasa semanas callado.” Pero Cabrerita accede y Giglio, que lo conocía de joven, afirma: “Hablamos. Hablamos como podríamos hacerlo usted y yo si ahora estuviéramos frente a frente.”5  


En ningún momento de la internación psiquiátrica abandona totalmente la pintura, si bien es sometido a tratamientos de electrochoque y se le retiran todas sus obras que pasan a circular por el mercado negro y por distintas dependencias públicas. Hacia 1980 es dado de alta y la familia Lucchinetti lo invita a vivir a su casa en Santa Lucía. En 1981 una selección de sus obras viaja a la XVI Bienal de San Pablo, sin que él estuviera enterado. En 1983 viaja a Niza (Francia) invitado por su amigo Parrilla y permanece diez meses en el seno de la comunidad esterista. A su regreso, de nuevo con la familia Lucchinetti, realiza varias exposiciones individuales en galerías montevideanas. En 1985 se lleva a cabo una gran exposición en el Théâtre Essaïon de París con pinturas de Cabrera y poemas de Parrilla. En 1987, a instancias del artista Manuel Espínola Gómez quien había declarado que era el “más grande acuarelista que dio el país”, el Estado le otorga una pensión graciable. Vive pintando muy tranquilo sus últimos meses. Fallece en diciembre de 1992 y sus restos descansan en el cementerio de Santa Lucía.

III. Las etapas creativas

Mientras duró su largo encierro en la Colonia Etchepare, y aún después, la prensa y muchos de sus amigos lo dieron por perdido: lo creían muerto o víctima de una locura incurable. Pero en las entrevistas, él mismo, haciendo gala de plena lucidez, reclama siempre por su obra y solicita que se le considere como artista. “A los 18 años empecé a pintar yo... Lo otro era una pintura distinta... estudiando y copiando y todo... A los dieciocho años renuncié a esa pintura y empecé a hacer otra, ¿sabe?... Lo otro es más bien clásico y esto es moderno, y a mí me interesa ser moderno... Igual que Picasso, que tiene épocas distintas, yo también tengo épocas distintas. Y ahora debo estar entrando en otra época porque aquí en esta casa tengo paz, tranquilidad, y digo yo que debo estar pintando de otra forma ¿no?”.6 

Por eso resulta tan importante intentar un esbozo de orden cronológico-formal de su producción. Las resistencias a este intento, inclusive por parte de personas que lo quisieron y lo ampararon, pertenecientes en su mayoría al ámbito literario –y no al plástico–,  denota una falacia generacional o por lo menos una curiosa ausencia de competencia interpretativa.7 

Un análisis de la obra de Javiel Cabrera no puede prescindir del reconocimiento de al menos cuatro períodos bien diferenciados. La etapa formativa (1935-40), mayormente perdida, de la que se rescatan algunos comentarios y descripciones orales pero, también, una serie de dibujos de carácter naturalista y retratos al óleo –entre los que se encuentran los retratos de Mario García y de Carlos Maggi–. Le sigue el período creativo más fermental que hemos dado en llamar la etapa vitraux (1941-51), en la que ostenta gran dominio del dibujo y  fuerte estructuración, con acentos rítmicos y bocetos marginales que comienzan a invadir la forma primaria de la composición –figuras femeninas, retratos, paisajes–. Dentro de este período podemos reconocer en la actualidad –ya que contamos con nueva documentación probatoria–  una marcada etapa torresgarciana, en la que busca estructurar las obras en base al compás áureo. Algunas de estas búsquedas constructivistas  –y de sus correspondientes trazos a lápiz– se mantienen en etapas posteriores como durante la llamada etapa de transición (1951- mediados de la década del 60') que comprende acuarelas grandes y bien compuestas, pero sin tanto remarcado de los planos ni complejidades en el dibujo –caracterizada por figuras femeninas y masculinas de frente y de perfil–. La etapa de licuación (década del 60 - 1992) está constituida mayormente por acuarelas de motivos lavados y poca geometrización (figuras femeninas frontales y de perfil) muchas veces realizados por encargos y a desgano.

Como en todo gran artista, estas categorías estancas que hemos urdido para mejor  entenderlo, suelen ser superadas por “escapes” o disrupciones más o menos conscientes y excepciones a la regla. Incluso en su último período, el más flojo y a la vez el más conocido debido a su compulsiva multiplicación, su obra conserva algo de gracia sutil en el color,  a veces unas líneas de fino lápiz que sostienen los campos cromáticos, y ese impulso perenne hacia la abstracción y al hieratismo que envuelve a sus figuras con un halo intrigante y místico.

IV. Una colección singular 


La partida hacia España de José Parrilla casado con Alma Castillo –artista cercana al taller Torres García– y un hijo recién nacido, en 1948, no significa el abandono de su amigo ni el olvido de su obra. Parrilla no sólo se encarga de dejar a Javiel al cuidado de su hermana Lucy sino que llevará consigo una gran carpeta de acuarelas y dibujos – aproximadamente medio centenar– de la segunda etapa mencionada, la producida en los años cuarenta, con el fin de darle difusión e integrarla a las acciones artísticas que él piensa llevar a cabo en el viejo continente.

Se suceden así una serie de exposiciones colectivas, primero en Valladolid y luego en Barcelona, para finalizar en Niza, en el que las acuarelas de Cabrera acompañan el desarrollo creativo de Parrilla, y por añadidura, sus innovadoras ideas en arte y hasta su conversión como líder comunitario. Desde el año de arribo a España hasta mediados de los años cincuenta, el nombre de Cabrera aparece en una serie de exposiciones junto a Alma y José, y otros artistas que pronto pasarán a engrosar en Valladolid el grupo llamado Pascual Letreros


Hacia 1953 comparecen también algunos artistas como Primitivo Cano y  Gerardo Pintado, que una vez instalados en Barcelona, se transformarían en activos participantes del grupo esterista. En 1960 la comunidad esterista se instala en Levens, cerca de Niza, y comienza a editar una serie de publicaciones periódicas dirigidas por Fernande Dalézio, destinadas a divulgar los métodos y los alcances de las doctrinas infundidas por Parrilla.

El nombre de la corriente deriva de un poema de José en el que habría mencionado repetidas veces el nombre de Ester. Se trataría de un símbolo virginal –eterno femenino– que en tanto arquetipo de puridad, cristalizaría o haría posible una conexión con Lo Absoluto. La imagen de la figura femenina en la obra de Cabrera, popularmente conocida como las “niñas” de Cabrerita, viene a aportar y a ocupar, por tanto, una dimensión estructurante a la doctrina de Parrilla.
Frecuentemente citado en los boletines o reproducidas sus obras, Raúl Javiel Cabrera se hace presente en la comunidad esterista antes de estarlo físicamente.8 


En agosto de 1966, la publicación periódica Regie Parrilla, n° 1, dedica un pliego a la reproducción de cuatro obras de Cabrera –dos acuarelas y dos dibujos–acompañados del siguiente texto: “De l'autre côté de l'eau: Raúl Javiel Cabrera: / Ou l’Étoile demeure”. (Hay que destacar que dos de las acuarelas que se reproducen a la sazón en el órgano de difusión corresponden a las número tres y cuatro de la donación del 2017 al Museo Nacional de Artes Visuales). Ya entonces, hace más de medio siglo, se declara que las dos caras de una amistad escindida por el océano conforman una misma moneda, un mismo valor a perpetuidad: la estrella de Cabrera –su suerte, su frágil resplandor– resiste. 

Cuatro años después, en otra publicación también dirigida por Dálezio con la anuencia insoslayable de Parrilla, el boletín titulado Au Nom de P., se reproduce un fragmento de la nota de María Esther Giglio cuando visitara a Cabrera en la Colonia Dr. Etchepare y declarara no haber visto en esos pabellones “nada más parecido a los campos de concentración que el cine y la literatura nos enseñaron”. Debajo de este texto citado se consignan las referencias al mismo y una acotación que sorprende: “Raúl Javiel Cabrera, le premier estériste”.9  


Esta asimilación radical de Cabrera como vehículo de la expresión esterista avant la lettre se mantiene a lo largo del tiempo y aún se refuerza. Porque, por un lado, prosiguen las publicaciones en donde comparte protagonismo con la poesía de Parrilla o los actos esteristas (continuarán las publicaciones después de la muerte del líder), y por otro, allegados al grupo viajan a Montevideo en épocas recientes para adquirir obra de Cabrerita de distintas etapas, en especial de las postreras, por ser las únicas accesibles.10 

De esta manera, la presente colección esterista abarca todas las etapas de Cabrera con excepción de la inicial, y se perpetúa como el signo dual de las dotes del amigo, es decir, con la función de complementar el legado de Parrilla o presentarlo como un todo indisociable. Pues bien, la historia personal de Raúl Javeil Cabrera, su prolongada y para muchos inexplicable reclusión psiquiátrica –nunca se corroboró un diagnóstico de su presunta demencia y su historial clínico fue desaparecido– la lucha pertinaz del ser humano por el reconocimiento de su individualidad y de su condición de artista, precisa de una gran amplitud de miras para entenderlo en sus dimensiones únicas y particulares: con o sin Parrilla, con y sin premios, con y sin abandonos. 

Hoy Cabrera comienza a recobrar el lugar en la institucionalidad del arte que tan trabajosamente había empezado a forjarse en los años cuarenta. El gesto de la donación esterista, generoso y proverbial, es un gran paso hacia la consecución de la verdad histórica escamoteada por su generación, o por parte de ella. El centenario de su nacimiento, en el 2019, nos acercará la oportunidad de consumar el círculo de los reconocimientos y de las aguas: Cabrera retorna a casa navegando en el recuerdo de su amigo Parrilla.  La estrella permanece.



NOTAS

1. "Museo vivo-las calles de París", Semanario Jaque, Montevideo 5 de noviembre  de 1986.
2. Idea: la vida escrita, Ana Inés Larre Borges, Cal y Canto y Academia Nacional de Letras,  Montevideo, 2007.
3. Entrevista de Mercedes Sayagués Areco, “No es una leyenda, es un hombre”, Opinar, 12 de febrero de 1981.
4. Mario García, entrevista del autor el 30 de agosto de 2008.
5. “Cabrerita”, Semanario Marcha, 7 de mayo 1965.
6. Mérica, Ramón. “El beneplácito de los heliotropos”, Suplemento de El Día, 23 de agosto de 1981.
7. No, no hay etapas, es todo mucho más sencillo. Yo le voy a explicar. Él no estaba loco. Simplemente era un bohemio. Un bohemio empedernido. No le gustaba bañarse. Sólo le gustaba pintar y tomar mate”. Conversación con la poeta Lucy Parrilla del 10 de mayo de 2008.
8. “Les Uitotos de Colombie, Yurukares de Bolivie, Zuni et Chipewa, Tupinambas du Brésil, les Indiens Chocos, les Ojibwa des Etats-Units; Raúl Javiel Cabrera; Saluent Parrilla. Ont salué Parrilla / Afragath / Homme  blanc. (Salut recu dans l’étoile du matin).” Esterisme. Organe du Nouvel Age Mundial, N° 5, Levens, Febrero 1961.
9. Au Nom de P. n° 14-15,  pág. 7,  Marzo 1970, Levens.
10. Mientras escribo estas líneas en mi casa de Salinas me anuncian el recibo en Montevideo de una publicación esterista proveniente de Francia, El Puente de Violeta, edición bilingüe español-francés de un cuento de Parrilla ilustrado con las acuarelas de Cabrera, de diciembre 2017. Cabe agregar que la donación fue posible gracias a la participación de numerosas personas como Ricardo Parrilla (primogénito de José), Magalí Stagé, Juan Álvarez Márquez, Omar Mesa, entre otros, quien de un modo u otro intervinieron para facilitar los trámites de la misma.

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